lunes, 19 de julio de 2010
Viviendo como aquella rana
Por ahí hay un experimento realizado a una rana, donde se enciende una estufa y se calienta una olla; al rato se lanza la rana (viva) en el interior de la misma, generando un salto inmediato del pobre animal por la elevada temperatura. En el mismo caso, se pone la rana en la olla y poco a poco se va encendiendo la estufa, mientras que el animal se va adaptando paulatinamente al ascenso de la temperatura y, eventualmente, muere como la propia pajúa. -Si no entendiste, búscalo en Google-.
Considero que aquel ejercicio, más que un experimento, fue una predicción de lo que sería el venezolano del 2010. Desde que descubrí tal similitud, no he dejado de ver ranas por todos lados (ya había visto muchos sapos).
El venezolano (y me incluyo) es especialista en adaptarse a todo. Podemos vivir en la mierda, pero en algún momento nos acostumbramos a tanta porquería. Si vivimos en la gloria, muchísimo más rápido es la adaptación, pero siempre queremos más y más. Infinitos son los ejemplos que argumentan tal afirmación. Recuerdo aquel día cuando empezó el racionamiento de agua en el “interior” del país. Todos vivíamos obstinados y quejándonos por la vida. Las molestias causadas eran impresionantes. Pero dos meses después, sin darnos cuenta, ya estamos adaptados a vivir así. Cada quién, automáticamente, planifica sus días en función de esos cortes de agua y, de pronto, ya nadie se queja.
El colmo de la adaptación que tiene un venezolano, tiene que ver con el tema de la inseguridad. ¿Qué cantidad de homicidios, asaltos, secuestros o barbaridades vivimos todos los días? Son innumerables los casos violentos, sin contar los daños psicológicos que esto acarrea. Pero el venezolano no hace nada al respecto y se limita a justificar y vivir en “paz” con el “auto-consuelo del bobo”. Esta definición abarca cualquier especie de consuelo que te sirva para pasar la página y nunca procurar hacer algo al respecto. El ejemplo clásico y cotidiano del “auto-consuelo del bobo” es cuando asaltan a alguien y lo único que decimos para solucionar todo es “pudo haber sido peor”.
Con frases como esas, nos acostumbramos a vivir hundidos en la mierda e improvisando nuestros días. Con estas frases justificamos cualquier barbaridad que haya ocurrido. Con ese tipo de palabras enterramos acontecimientos que maltratan nuestra sociedad. Esas frases, más que “auto-consolarnos” ante las malas situaciones, lo que producen es una inactividad y falta de cojones para enfrentar nuestros problemas sociales. El venezolano se acostumbra a todo lo malo y nunca hace nada por buscar soluciones.
Cualquier parecido con la realidad, es pura rana.
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